Labios compartidos

Su hijo se impacienta en el borde de los escalones, mientras espera junto a su maestra. Son algunos minutos, en que todos los niños ya han sido recogidos, pero ella, su madre; aun no.
Ella baja presura, las escalas, mientras se acomoda las bragas y busca impaciente en la bolsa; las llaves de su carro. Mientras conduce nerviosa, ve la mirada que el retrovisor ajustado intencionalmente sobre sus ojos, le devuelve. Es un rostro cansado, nervioso; pero ante todo culpable.
Su hijo, ahora juega en el asiento trasero y una lagrima cae de ella, del mismo modo que las gotas sobre su parabrisa. Su mirada parece fija, la luz del faro cambia y los autos pasan alrededor, pero ella solo siente un gelido y doliente punzor en su vientre.
Miraria a su esposo ahora, durante la cena, o en la noche, cuando sea buscada bajo las sabanas de su cama. Cuando la pasion remitida ya es correspondida y esa llamada bajo las escaleras busca la voz aun extraña de su amante; que es mas excitante, que el pastel de calabazas que come junto a su familia.
El extasis de un sexo desenfrenada en el baño de una cafeteria, entre los libros de una mesa o en la tibia cama que aun le es ajena y prohibida; -prohibida-a ella, una mujer ya alejada de la adultez, que apresa todavia su belleza juvenil, dilatada en tantos años de rutina; de perfecta y anhelada rutina.
los sueños pueden ser aburridos, pero es suficiente? y solo encuentro dos razones en contra, que repito sobre ella, queriendo despertarla:
-Adam y tus Hijos.
El alma siempre se pudre, cuando el ultimo recuerdo del orgasmo reciente, se va. Que poco dura, para una vida que es tan larga, cuando se es madre y compañera.

2 comentarios:

Dafne dijo...

bragas
pastel de calabaza?
ah?

Romina dijo...

Que conmovedor....que crudo relato...

un abrazo

yo....*