Sangre Aun (cap 2:9)

Pasión

Las cortinas del cuarto, eran suficientemente gruesas para que cerradas; vedaran el sol apremiante del dia. A tientas, Javier conduce a su compañera a traves de los pocos muebles que tiene en su apartamento, de ellos, solo importa arrimar serpenteando a esa cama; especie de altar maya, donde sacrificaria algo mas de su alma, con esa rubia que acababa de conocer.
Era inutil ver mientras esa oscuridad total les rodeara; aquella rubia se reclino tras el peso de Javier, y cerrando sus ojos; procuro sentir el aliento de este, que deambula celoso por su vientre. Cogiendo con los dientes su blusa, -habilmente le desabrocha- mientras sus manos buscan lento pero pasionalmente, sus piernas.
Su boca cae, sobre el cuello y mordiendo de él, arranca todo ese recato violentamente -de su cuerpo- que estremeciendose; prepara el camino hacia su entrepierna. Acaricia aquella cabeza desenfrenada, mientras javier sigue mordiendola y asiendo ese clitoris; como pequeña cereza primeriza de agosto.
Sus pechos se agitan, al igual que la respiracion. Aquel sexo estalla por momentos; empapando de orgia esa mano que Javier maniobra sutilmente sobre ella. La rubia hunde sus uñas en la solida espalda del galan; que logrando seducirla con esa mirada penetrante, parecia gritar: "sexo" al menos, eso habia leido en esos flamigeros ojos.

Sus piernas se arqueron y sosteniendo el peso del desconocido; palpo su miembro y encaminandolo hacia el vergel rebosante de su pubis; ahogando un gemido, sació toda esa ansia contenida por momentos; apreto los labios y Javier hundio profundo su sexo en ella. el ritual habia comenzado, y el tamborileo de un ritmo frenetico, cercó el silencio.
Las murallas del apartamente, como fieles complices, dibujaron las sombras de ambos amantes; Javier la asio del pelo y levantandola, reclino su cuerpo frente el espejo; para luego furiosamente penetrarla, mientras el vaho que escapa de la rubia, cubre ese vidrio mudo y testigo. Un orgasmo se pierde internamente y las manos que aprisionan esa cadera estrecha, ceden y cesan.

Las cortinas ya no eran culpables, cuando Javier despertó. Ella las habia corrido y desnudo se acerco al ventanal del doceavo piso. Busco sin voltear; por el reflejo del cristal a su compañera. Estaba solo, y el despertador del velador, lo trajo a la verdad...

habia soñado con Camille.

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