La Gata y el Escorpion

Este hermoso cuento pertenece a Amelie


Hace mucho tiempo, vivía un escorpión en la cima de una alta montaña. Era una montaña muy hermosa, con un río de claras aguas cerca, y varios arbustos donde gustaba pasar los días, hasta la llegada del crepúsculo, cuando era la hora de levantarse y cazar, pues los escorpiones son animales de preferencias nocturnas. Un día, o más bien, una noche, llegó un espíritu a perturbarlo. Era el espíritu de una gata, o una nekomata, y tenía dos colas, tal como cuenta la leyenda… pero estaba herida. Cómo se puede herir a un espíritu, es un enigma, pero el escorpión sabía que no podía expulsarla de su territorios –ganas no le faltaban- pues los nekomatas son espíritus que pueden llamar a la enfermedad y la muerte, y evidentemente, el escorpión no quería pasar un mal momento, ni menos aún, morir. El escorpión la miró, la gata respiraba con dificultad, y al parecer, le dolía el pecho. Era una gata de pelaje completamente negro, excepto por una estrella blanca que tenía en su pecho, que subía y bajaba con cada quejido cuando respiraba. Sin embargo, no sentía pena por ella, pues los escorpiones son animales solitarios e individualistas, y pasan grandes temporadas sin sociabilizar con nadie. Cuando él pensaba si era el momento adecuado para picarla con su aguijón –así la echaba de su territorio, pero si tenía amigos ¿no le vendrían a molestar, o peor aún, a tomar represalias?-, ella despertó. Tenía unos ojos verdes muy inusuales para ser el espíritu de una gata…
-Es mala idea la que tienes ahora… si me matas, tomaré venganza por mí- dijo la gata, con bastante dificultad
-Pero entraste a mi territorio. Y no te conozco, ni planeo hacerlo. Simplemente estorbas, así que sal de aquí- dijo el escorpión, presintiendo que abusaba de su suerte, mas él no era supersticioso
-Mira mis ojos, pequeño escorpión negro. Es cierto que tu aguijón podría eliminarme… pero no para siempre. Volveré para atormentarte…
-Nadie es eterno. ¡Sal de aquí!
-Pierdes tu tiempo conmigo, pequeño escorpión… yo si sé nadar…
Ante tales palabras, el escorpión se ofuscó, y planeó la forma de eliminarla cuando durmiera. Pero no durmió, ni esa noche, ni las siguientes.
Pasaron un par de semanas. El escorpión debía lidiar con la gata todas las noches, pues ésta no podía moverse demasiado, y para desgracia del escorpión, que era un animal ensimismado y taciturno, esta gata hablaba sin parar. Sin embargo, la idea de matarla se había desvanecido, como aquellos sueños que tenemos durante las noches, y al despertar no conseguimos recordar. Cada noche, la gata creaba una poco de fuego verde, tan verde como sus místicos ojos, para alumbrar el lugar donde el escorpión vivía, y éste, aunque no lo decía, estaba agradecido por ello, pues siempre le había gustado el fuego, y por supuesto, jamás había visto un fuego de aquél color. Y cada vez que la gata terminaba de crear el fuego, le contaba una historia al escorpión. El escorpión disfrutaba mucho de esas historias, pues la mayoría eran cómicas, pero él nunca se reía en voz alta, sólo para sí mismo.

Así pasó el tiempo.

El escorpión esperaba noche tras noche la pequeña tertulia de la gata herida, y a veces pensaba en cómo podría ayudarla, pues, aunque nunca iría ha reconocerlo, se había encariñado un poco con su presencia.
Y la gata le dijo:
-Yo sé cómo debes ayudarme
El escorpión, sorprendido, manifestó:
-¿Cómo sabías que estaba pensando en eso?
-Soy un espíritu muy antiguo. Y sin embargo, mi poder no me ha servido para poder ayudarme a mí misma. Es hora que hagas caso a tu naturaleza, y me mates.
-¿Tu poder?¿has gastado tu poder en atenderme en vez de curarte?
-Es lo mínimo que podía hacer. Invadí tu territorio ¿recuerdas?
-No puedo matarte. Ahora eres mi invitada, no una invasora.
La gata suspiró, y clavó sus enormes ojos en él.
-Mátame, pequeño escorpión. Y si lo haces, vendré a visitarte en sueños, a contarte un cuento cada día, mientras duermas. Nunca olvidaría que tú me diste la paz.
El escorpión supo que no le quedaba alternativa, y le clavó su aguijón.
La gata desapareció en ese instante.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es un hermoso cuento ^^
Ya me lo habías contado pero, ahora está con más detalle :p

Anónimo dijo...

yo crei q eramos colegas